Que se mueran los lindos

Haciendo zapping radial escuché en tres programas de diferentes radios la misma reflexión. Resulta que la ecologista linda de Gualeguaychú, Evangelina no sé cuánto, posó semi desnuda y siguió batiendo el parche contra las pasteras uruguayas. En los tres programas criticaron el gesto usando las mismas palabras: la falta de ropa "desvirtúa la lucha", la "frivoliza".
Para los pensadores de amplitud y frecuencia modulada, el cuerpo es el lugar de la liviandad y la frivolidad, y la mente es el del pensamiento, el debate y la lucha. Los campos no se deben mezclar. Si la entrerriana se saca la ropa tiene que pasar automáticamente al casillero de los lindos descerebrados. Debe ser expulsada explícitamente del territorio reservado a los que usan la materia gris para luchar contra las injusticias de este mundo, grupo del que ellos se sienten calificados partícipes.
Los opinólogos radiales parten de la fe que profesan en cierta ley del equilibrio cósmico según la cual algunos fueron dotados de belleza y otros de inteligencia. Si A tiene 1, B tiene 2, razonan.
Creen estar dotados de todos los atributos del grupo provisto de cerebro y cuidan su quintita alejando a cascotazos a los insoportables lindos que se quieren quedar con la lechuga, el tomate y la cebolla.

Una palabra vale más que mil imágenes


Todos los que nos nutrimos de información a través de la tele sabemos que la imagen es lo de menos y lo que cuenta es la palabra. Los noticieros que "nos muestran la realidad" son escuelas de decoración. Los letreros nos entran por abajo, por arriba, por los costados de la pantalla y por la boca de los locutores. Las imágenes que aparecen tímidamente detrás de los carteles ilustran lo recontradicho y recontraimpreso.
Los conductores de los programas obran como si estuviesen haciendo radio y las imágenes no son ni siquiera redundantes, son rehenes de las palabras. Una frase puede aparecer sin imagen, pero ninguna imagen aparece desnuda de verbo. Las secuencias tituladas "Sin comentario" confirman esta regla. La anunciada ausencia de comentario es el comentario ya perfectamente estandarizado.
Domesticada y acostumbrada, la imagen televisiva nunca sorprende. Los cadáveres de Irak, las bombas que revientan El Líbano, los goles de Boca, todo está empaquetado en una caja verbal prefabricada que los editores de los noticieros se aburren en rellenar día a día.
Si el 11 S causó impacto durante un rato fue porque la imagen no estaba en el archivo de los canales. ¿Impactan hoy? No, ya son la imagen de la postal de la palabra terrorismo.
¿Qué sensación produce la imagen de un atentado? Chatarra retorcida y ennegrecida en cualquier ciudad que es ninguna. ¿Qué sorpresa despiertan los siete goles de Boca? Ninguna que no hayan sobreactuado el conductor del programa y el titulador. "Guerra", "atentado", "goleada histórica", tecleará el editor comiendo una media luna rellena con frases nominales.
La cultura de la imagen no es otra que la del Pequeño Larousse Ilustrado que tienen en la cabecera los compaginadores de nuestro siglo XXI. La imagen encorsetada en el discurso elemental cumple la función de digestivo hepatoprotector: sirve para tragarlo más fácilmente.

La misma película

Los blogs son páginas para contar que fuiste al cine a ver una película, entonces yo voy a contar una o dos.
Los otros días vi El dependiente (Leonardo Favio, 1969), y un par de días después Match point (Woody Allen, 2005). No sé cuánto influye el hecho de haberlas visto en la misma semana pero me pareció que eran en esencia la misma película. Lo de la esencia es discutible, como todo, pero usted me entiende. El tópico es el del dependiente, del tipo que no puede liberarse (no sabemos si no puede o no quiere, los caminos del deseo son escurridizos) de un yugo en el que él mismo se metió: la ferretería, la esposa de familia rica, los bienes son intercambiables, como se ve en ambas.
En pos de justificar esta intuición se le puede dar a la primera el mérito de no haber envejecido, cosa que la segunda todavía no puede demostrar por razones de calendario. Se puede decir que Match Point colorea el asunto, desarrolla un poco los personajes secundarios y le suma toques modernos como la pelotita de tenis que no se sabe de qué lado va a caer. Se puede decir que El dependiente purifica lo que aparece en la segunda, lo libera de ornamentaciones. Se puede decir que así y todo la segunda es un poquito más visible hoy en día por esos toques. Se puede decir que los muy pillos directores, viejos lobos de mar, se valen de las bellezas extraterrestres de Graciela Borges y Scarlett Johansson para subrayar el lado oscuro del personaje que encarnan Walter Vidarte y Jonathan Rhys Meyers, y para regodear la vista del espectador y la espectadora.
Se pueden decir muchas cosas de esas vidas paralelas de esas películas. Lo que pasa es que ahora vi Las vírgenes suicidas (Sofía Coppola, 1999) y si bien no me pareció la misma película que las anteriores (en realidad me pareció, pero no lo quiero decir así para que no me tomen por loco), sentí que el personaje que encarna James Woods, el profesor de matemática, bien podría ser el dependiente de Favio unos años después, con un ramillete de hijas, o el profesor de tenis devenido gerente del suegro de la película de Woody Allen.
En fin, ahora no sé si mirar otra película porque terminaría encajándola en la trama de El dependiente y diciendo que todos los caminos conducen a Roma o alguna genialidad por el estilo.

Luchar contra uno mismo

"Angola sigue a paso firme en el Mundial de Japón. El equipo africano logró su tercer triunfo en igual cantidad de presentaciones al derrotar 95-73 a Angola y se mantiene arriba en el Grupo B." (Diario Clarin)

La pura verdad

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.

Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme.

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.

Paco Urondo, 1967

Nada que decir

Hoy no tengo nada que decir y sin embargo tengo ganas de decir. De decir esto, que no tengo nada que decir. Una cosa es no tener nada que decir y otra muy distinta es tener o no tener ganas de decir. Una cosa es la materia del decir y otra son las ganas de decir. Hoy, acá, a esta hora, no puedo no decir, no puedo soportar la idea de no decir nada simplemente porque no tengo nada que decir. Al contrario, casi, o no tan casi, la nada que decir que tengo me estimula a decir, a subrayar, a estampar acá o donde quede más claro que no tengo nada, pero nada nada, absolutamente nada que decir.

El poder de la imaginación

Si como sospechan algunos incrédulos, el asunto este del oportuno desbaratamiento del Plan Shampú (que consistía en hacer estallar aviones con bombas hechas con dentífrico y crema de enjuague) es otro invento del Total Power para atemorizar y controlar aún más a los ciudadanos de nuestro controlado y atemorizado mundo, si es así, si se trata de una ficción hilvanada en el Departamento de Estado, no podemos dejar de reconocer la creatividad de los guionistas republicanos.
Sería una muestra más del triunfo del slogan sesentista: la imaginación al poder.

Blogósfera y pelotudez

Cualquiera que se ponga a navegar por la blogósfera notará que lo que abunda es la pelotudez. Entre por donde entre, el navegante se topa con textos pelotudos, comentarios pelotudos, fotos pelotudas y pelotudeces de las más variadas especies, colores y sabores. La inconexión y la incongruencia son elementos fundamentales a la hora de potenciar el culto, y pueden llevar al paroxismo y al éxtasis de la pelotudez.
Los orígenes del culto a la pelotudez son inciertos (algunos hablan de 1817, otros de la prehistoria) pero está comprobado que la blogósfera le proporcionó tierra fértil para crecer y multiplicarse.

Sueño con zapallos (ejercicio de relajación)

Un buen ejercicio de relajación para la mañana. Agarrar una canción, o un par de estrofas de una canción, y cambiarle alguna palabra.
Ejemplo:
Sueño con zapallos
con zapallos de mar
con cierto mar ay de zapallos sueño yo.

El cambio puede inducirnos a otros cambios por cuestiones de coherencia y cohesión (esto es opcional):
Blandos, transparentes
y en sus pulpas llevan
lo que puedan arrebatarle al amor.

Repetir cambiando el objeto:
Sueño con caballos
con caballos de mar
con cierto mar ay de caballos sueño yo...

Elegir palabras que no quepan métricamente le puede agregar gracia.
Sueño con espantapájaros
con espantapájaros de mar
con cierto mar ay de espantapájaros sueño yo...

Y así hasta alcanzar el nirvana.

¿Esto es arte o lo tiro? Pandemia cultural

¿Esto es arte o lo tiro? Pandemia cultural Programa de radio emitido por FM Fribuay entre los meses de septiembre y diciembre de 2020. Parti...