Nada que decir
Hoy no tengo nada que decir y sin embargo tengo ganas de decir. De decir esto, que no tengo nada que decir. Una cosa es no tener nada que decir y otra muy distinta es tener o no tener ganas de decir. Una cosa es la materia del decir y otra son las ganas de decir. Hoy, acá, a esta hora, no puedo no decir, no puedo soportar la idea de no decir nada simplemente porque no tengo nada que decir. Al contrario, casi, o no tan casi, la nada que decir que tengo me estimula a decir, a subrayar, a estampar acá o donde quede más claro que no tengo nada, pero nada nada, absolutamente nada que decir.
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