Para acabar de una buena vez con el dinosaurio

Entonces le dijo:
—Perdón señor Dinosaurio, pero ¿me puede decir qué hace usted aquí, o qué hago yo en este lugar? Porque somos de realidades o por lo menos de tiempos diferentes, así que o usted está mal o yo estoy mal, o yo no soy lo que creo ser, o usted no es un dinosaurio real sino soñado o alucinado o vaya uno a saber qué. ¿Me puede sacar de una buena vez de toda esta confusión, de esta ambigüedad, de esta insoportable y angustiante bruma interpretativa?

El dinosaurio no era muy afecto a la comunicación verbal y no le respondió. Luego lo aplastó con su enorme pata y empezó a comerlo lentamente a lo largo de los días hasta que el protagonista del célebre microrrelato quedó convertido en un puñado de huesos blancos y relucientes que todavía están allí.

La máquina del tiempo


Conseguí llegar al edificio donde se esconde la máquina del tiempo. Tras complicadas gestiones y sobornos pude meterme en el artefacto y pulsar el mágico botón plateado. Después del esperado estruendo y la sensación de ser expulsado de la mismísima mismidad, aparecí en un mundo que no me resultaba extraño. Era mi propio barrio y, a juzgar por los diarios del kiosco de la esquina, apenas una semana antes del momento de mi partida. 


Adela

Conocí a Adela en una fiesta de Navidad. Apareció en casa después de las doce, con una sidra en la mano, entre parientes, amigos y gente des...