Reivindicación de los arquitectos
Acabo de bañarme y
cierro la ducha.
Entre el silencio y el vapor se filtra
una mezcla de sonidos ahogados
—lejanos
con un fondo de mar o de asfalto—
que baja hasta mí
desde las hendijas de la rejilla de ventilación
arriba
sobre mi cabeza.
Finalmente
aquel agujero en el techo del baño
tapado por una malla rectangular
parece que conduce a alguna parte
parece que termina en algún lado.
Finalmente, digo
aquel agujero
cubierto por un pedazo de metal lleno de ranuras
podría ser más que un capricho arquitectónico dado a
cumplir con inspecciones municipales.
Podría ser
ni más ni menos
como la poesía misma:
una conexión imposible con un lado oscuro
distante
inalcanzable
del que sobrevienen
ecos de voces apagadas
bocinazos
ladridos de perros que no conocemos.
cierro la ducha.
Entre el silencio y el vapor se filtra
una mezcla de sonidos ahogados
—lejanos
con un fondo de mar o de asfalto—
que baja hasta mí
desde las hendijas de la rejilla de ventilación
arriba
sobre mi cabeza.
Finalmente
aquel agujero en el techo del baño
tapado por una malla rectangular
parece que conduce a alguna parte
parece que termina en algún lado.
Finalmente, digo
aquel agujero
cubierto por un pedazo de metal lleno de ranuras
podría ser más que un capricho arquitectónico dado a
cumplir con inspecciones municipales.
Podría ser
ni más ni menos
como la poesía misma:
una conexión imposible con un lado oscuro
distante
inalcanzable
del que sobrevienen
ecos de voces apagadas
bocinazos
ladridos de perros que no conocemos.
Walter Iannelli
Paradojas modernas
Ediciones Uñum Hue
Incógnito
Cuando se harta de caminar, el hombre encuentra descanso metiéndose dentro del bolsillo del saco. Allí en el fondo, cómodo y adormilado, sólo debe evitar que sus manos, en busca de las monedas para el diario o el atado de los cigarrillos, den con su paradero.
Roberto Perinelli
Actos que crean hábito
Macedonia Ediciones
El Pollerudo
Llegué de nochecita al Carmen Alto,
en el Tontal, mineral abandonado
desde hace muchísimos años.
Cuentan los mineros que ahí sale El Pollerudo,
un cura vela en mano,
cara blanca como pintada con cal.
Desensillé la mula, prendí fuego,
comí algo, hice cama con la montura
y cuando iba a dormirme oigo un ruido raro.
¡Caramba!, lo veo al Pollerudo.
No es para menos que se me helara el sebo.
Demás está decir quel resto de la noche
estuve con loj ojos grandes así.
Y si se me hubiera otra vez aparecido
me esmayo. Ni sonso
voy a alojarme otra vez
en las propias barbas del Pollerudo.
en el Tontal, mineral abandonado
desde hace muchísimos años.
Cuentan los mineros que ahí sale El Pollerudo,
un cura vela en mano,
cara blanca como pintada con cal.
Desensillé la mula, prendí fuego,
comí algo, hice cama con la montura
y cuando iba a dormirme oigo un ruido raro.
¡Caramba!, lo veo al Pollerudo.
No es para menos que se me helara el sebo.
Demás está decir quel resto de la noche
estuve con loj ojos grandes así.
Y si se me hubiera otra vez aparecido
me esmayo. Ni sonso
voy a alojarme otra vez
en las propias barbas del Pollerudo.
Jorge Leonidas Escudero
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Adela
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