En los tramos finales
el médico había ordenado
quitarle la prótesis dental.
Parecía preocuparle una sola cosa:
que muriera respirando bien,
así que todo terminó
con una buena entrada de aire.
Y puesto que estaba muerto, consideramos decente
que bajara a la tumba con su prótesis
y no ser olvidada
como una cosa impersonal
en un cajón oxidado del hospital.
Y no fue tarea fácil
devolverla a su boca sellada.
. . . . . . . . . . . . . . . . . Joaquín Giannuzzi
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