La máquina del tiempo


Conseguí llegar al edificio donde se esconde la máquina del tiempo. Tras complicadas gestiones y sobornos pude meterme en el artefacto y pulsar el mágico botón plateado. Después del esperado estruendo y la sensación de ser expulsado de la mismísima mismidad, aparecí en un mundo que no me resultaba extraño. Era mi propio barrio y, a juzgar por los diarios del kiosco de la esquina, apenas una semana antes del momento de mi partida. 


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