Apenas lo permitían sus ocupaciones, hacía las valijas y partía. Sus conocidos solían elogiar este espíritu inquieto, esta permanente disposición a viajar, y de algún modo lo envidiaban. Fue por eso que en una reunión decidió aclarar el equívoco. Ustedes creen que el placer está en viajar, en partir siempre hacia lo desconocido. Pero no es así, dijo. Viajar para mí es penoso, toda una molestia. Mi mayor goce, en cambio, es estar de vuelta en casa y reencontrarme con las cosas y las personas conocidas, de todos los días. Sin embargo, para gozar del placer del regreso, me veo obligado siempre a partir.
Alberto Ramponelli
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