Como todo el mundo sabe, resulta que la Argentina, nuestro querido país, el de los cuatro climas, el de las cataratas y la cordillera, el de la pampa y el ombú, el del obelisco y los cerros de los siete colores, a partir de la visita del Señor Vicepresidente de los Estados Unidos de América, va a importar chanchos de ese gran país del norte.
¿Cómo dijo?
Que vamos a importar cerdos, porcinos, chanchos, de Estados Unidos, de EEUU.
¿Chanchos norteamericanos?
Chanchos norteamericanos.
¿Y por qué?
Por varias y muy justificadas razones.
En primer lugar, porque es necesario afianzar las relaciones con ese país tan importante del mundo. Porque, con todo respeto, no es lo mismo Bolivia o Venezuela que Estados Unidos de América, EEUU, USA, o como quiera usted denominarlo.
En segundo término, porque el cerdo o chancho es un producto de alta tecnología, y no cabe duda de que Estados Unidos es el país más avanzado en esa materia. Y, bueno, no me va a comparar usted un cerdo criado en Cincinnati o en Wisconsin, que habla perfectamente inglés, con un chancho roñoso criado en Gualeguaychú o en Venado Tuerto.
En tercer lugar, porque gracias a estas sofisticadas importaciones se abren muchas fuentes de trabajo para gente tan agradable y campechana como los granjeros norteamericanos, gente macanuda como Charles Ingalls o los protagonistas de aquellas hermosas series Bonanza y El gran Chaparral.
En cuarto orden, porque este gobierno de gente linda del Cardenal Newman que administra, gracias a Dios, nuestro querido país de cataratas, siete colores y obelisco, es un ferviente combatiente de la peligrosa y conocida mafia del chancho.
Por todas estas razones, estimados amigos míos, es que tenemos otra razón para festejar ese gran acto cívico de poner en la urna la boleta amarilla del cambio.
Gracias a este acto patriótico vamos a poder masticar cerdos nacidos nada más y nada menos que en Estados Unidos de América, el mismo que mastican sus grandes actores, actrices, deportistas, asesinos seriales y personalidades. Quién te dice que dentro de unos años un niño argentino alimentado con cerdos norteamericanos, no logra convertirse en una estrella de Hollywood.
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