Conocí a Adela en una fiesta de Navidad. Apareció en casa después de las doce, con una sidra en la mano, entre parientes, amigos y gente desconocida. Yo tenía 18 años. En las fiestas la gente entra y sale de casa en casa aprovechando el calor y la buena voluntad del vecindario. Brindamos, bailamos y hablamos de bueyes perdidos. Nos casamos poco después, tuvimos hijos y nietos. A pesar de algunos contratiempos y golpes de la vida, diría que fuimos felices, y no mentiría si afirmara que todavía lo somos. Nunca supe de donde había venido. Cuando le pregunto, responde con alguna broma.
La vida misma y otras microficciones, Macedonia Ediciones, 2022.
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