En el siguiente bloque, el conductor, un tipo de rulos y bigotes negros, gruesos, una mezcla de Leo Masliah y Carl Sagan, aparece arriba de un barquito juntando agua del río en baldes, como proponiendo una adivinanza, el espectador se pregunta qué estará por decir.
Cuando la cubierta tiene unos treinta baldes, el conductor explica que esa es la cantidad de lágrimas que produce una persona en su vida. El agua se convierte en lágrimas.
Sirve de introducción para explicar esa humana peculiaridad del llanto.
También invita a imaginar que así como cargamos ropa y celulares, así como en otro tiempo los varones llevaban sombero obligatorio, podríamos ir por la vida con un balde para lágrimas.
Subir al colectivo y dejarlo al costado del asiento, entrar en los edificios y en las iglesias con un balde como se entra con un maletín o una mochila. Como otra prolongación del ser, como una prueba material de nuestra fragilidad.
1 comentario:
No creo mucho en las generalidades, y estadísticas, pero me encantó la propuesta de ir con baldes, por si las moscas.
Saludos. Ana
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