Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Le pidió uno más. El deseo le fue concedido. Se volvió a dormir.
Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí, incolumne. "Uno más", solicitó, con voz amable. La respuesta fue satisfactoria. Durmiose como un tronco.
En el momento de despertar, y desafiando todos los pronósticos, el dinosaurio aún permanecía en el lugar de los hechos, alto el cogote, lejana la mirada, firme. "Unito más", le rogó, "unito". "Tus deseos son órdenes", fue la amable respuesta. Y cayó, una vez más, en los brazos de Morfeo.
Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí.
Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí, incolumne. "Uno más", solicitó, con voz amable. La respuesta fue satisfactoria. Durmiose como un tronco.
En el momento de despertar, y desafiando todos los pronósticos, el dinosaurio aún permanecía en el lugar de los hechos, alto el cogote, lejana la mirada, firme. "Unito más", le rogó, "unito". "Tus deseos son órdenes", fue la amable respuesta. Y cayó, una vez más, en los brazos de Morfeo.
Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí.
1 comentario:
Definitivamente hay que dormir para no ver al dinosaurio y no ser visto por él.
Tranquilidad garantizada, jaja.
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