El coche paró en boxes. En seis segundos le cambiaron las cuatro ruedas, le pusieron veintidós litros de nafta y medio de refrigerante, le ajustaron la tensión de los amortiguadores delanteros, le dijeron al piloto que su inmediato perseguidor acababa de pasar a toda velocidad, es decir, que ya no era su inmediato perseguidor sino su inmediato predecesor, que el mismo ya se había detenido en los boxes las tres veces programadas, que acababa de batir otro récord de vuelta, su propio récord, el cual lo había batido en la anterior, que hacía once vueltas andaba cada vez más rápido y no había manera, que no se calentara, que en la próxima a ver si podían ajustar algunos detalles y dar batalla, que mirara qué lindo día hacía, que en esta parte del mundo era primavera, que las playas no estaban lejos, que mejor se bajara del habitáculo.
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Adela
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