Me tenía harto ese solipsista con sus bravuconadas, con esa egolatría insoportable que le hacía creer que él era todo en este mundo, que los demás éramos sueños de él, proyecciones de él, escupitajos de él, pus de él.
Me decía: “vos no existís, a vos te estoy dando vida yo, mequetrefe”.
Conseguí un arma y le vacié el cargador en el pecho.
Del bolsillo de su saco sobresalía un papel, una carta. “Señor juez”, decía, “he decidido suicidarme. Usted creerá que se trata de un homicidio, pero, paso a explicarle. Resulta que una de mis creaciones… etcétera”
1 comentario:
Hola, Fabián:
este relato me gusta. Pero más me gustaría sin el etc. final.
Saludos
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